domingo, diciembre 23

PROFECIA MAYA


Hay mañanas en que la mesa de desayuno se convierte en campo de batalla, en una lucha a muerte por el ultimo croissant, en un te quito lo que tienes en la mano aunque no se ni lo que es, en un concurso de gritos, en una pelea por ver quien termina antes con la paciencia del otro, fundamentalmente, con la mía. Uno chincha, otra llora, yo grito, el pequeño se despierta de mal genio con el jaleo y ya no hay quien haga carrera de él, y el otro vuelve a chinchar y la niña llora como si la estuvieran apuñalando y yo grito más, y empiezan los castigos: un día sin ipad, dos, tres… veinticinco… ¡¡¡¡¡¡no vas a tocar el ipad hasta que cumplas los 18!!!!!!!. 

Yo grito, Alex contesta, y me convierto en una hidra de siete cabezas (debo aclarar en mi defensa que, normalmente, en estos casos apenas me ha dado tiempo ni a servirme el café, y yo sin mi café de la mañana, no soy persona; soy más bien, hidra) , y mi santo aparece proyectando su voz de primer actor de la Royal Shakespeare por el pasillo, que le deben oir hasta en la urbanización de enfrente, y la oficina empieza a parecerme un oasis de paz de lo más apetecible, bendita oficina, mi despacho calentito, el silencio interrumpido solo por las teclas del ordenador, el cafecito de la máquina…….
¿Será la hiperactividad, falta de sueño, adolescencia prematura, un déficit de vitaminas….?

A estas alturas, ya hemos perdido totalmente el control de la situación. Somos adultos, deberíamos poder controlar la situación, poner un poco de sensatez, dirigimos equipos, empresas, ¿no vamos a ser capaces de controlar a tres niños…?. Pues, evidentemente, NO. Si hubiera un sistema de valoración del desempeño del puesto de madre de familia numerosa como el que tenemos Sephora, creo que este año suspendía en coraje managerial, adaptación al entorno cambiante y capacidad de trabajar bajo presión, vamos, que me quedo sin bonus de madre por el numerito de las mañanas. ¡¡Voy a ver si me busco un coach o vuelvo a hacer yoga, a ver si me tranquilizo!!

 Despues de separarles, vestirles, castigarles, besarles, perdonarles, y correr hasta la parada perdiendo los tacones y dando más voces que un sargento de marines, las aguas vuelven a su cauce, y, por fin, se suben al autobús del cole. Estamos como si nos hubiera pasado un camión por encima, listos para volvernos a la cama. Miro el reloj, las 8:15. Que día más largo……… Mira, casi nos hubiera venido bien que tuvieran razón los Mayas y se hubiera acabado el mundo….¡Menudo descanso!

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