jueves, noviembre 27

GRACIAS MAESTROS

Yo tuve la inmensa suerte de ir al SEK Ciudalcampo, no sé si todos los que han pasado por este colegio piensan lo mismo que yo, pero me siento muy afortunada de que esas paredes verdes y vallas amarillas fueran el escenario y el paisaje de mi infancia. Allí crecí, sufrí, lloré, reí, me enamoré, me caí y me volví a levantar con las rodillas magulladas y el orgullo un poco perjudicado, allí hice amigos que lo serán siempre aunque no nos veamos nunca, porque compartimos tantas primeras veces, tantos descubrimientos, tantos recuerdos de los que no se borran nunca….

Y allí, sobre todo, aprendí. Aprendí  no solo a leer y escribir, las tablas de multiplicar y la de los elementos periódicos, las leyes de la Física (bueno, alguna que otra..),  la historia de España y cuatro palabras en latín… Aprendí también a pelear mis propias batallas, a enfrentarme a mis miedos, a superar pruebas y obstáculos (excepto el de terminar el cross,  correr nunca fue lo mio..), aprendí a pelear mis propias batallas, aprendí que no somos inmortales pero que juntos somos más fuertes, aprendí a pedir responsabilidades y a cumplir con mis obligaciones,  a ir decidiendo quien quería ser en la vida. Y lo hice gracias a muchas personas extraordinarias que de pequeña me parecían muy mayores pero que debían ser muy jóvenes y llenos de energía para lidiar con tanto niño y tanto grito, y que de mayor se convirtieron en asesores y consejeros primero, y en amigos después: mis maestros. Bueno, para nosotros siempre fueron “los profes”.


Porque mucho de lo que aprendí, no venía en los libros. Aprendí a ser responsable (y también que me gustaba mucho mandar) ayudando a Cuqui en 1º de EGB, aprendí a ser humilde y a tener siempre una palabra amable para los demás de Socorro y Petra, mis profes de religión (pobrecitas, si me vieran ahora!!), alimenté mi amor sin fin por la danza curtiéndome en mil festivales de la mano de Ana Maria y de Paula, descubrí que me apasionaba escribir con la señorita Pilar que animó mis primeras redacciones y leyó con paciencia mis primeros cuentos y poemas, pidiéndome siempre más. Recuerdo a todos mis profes de pequeña: nuestra querida Marisol, D. Isi, Adelaida, D. Luis… (no sé por qué ellos llevaban el Don delante y a ellas las llamábamos por el nombre…), sus motes, sus clases, las fotos de grupo de fin de curso…

Pero recuerdo, sobre todo, a los profes que me forjaron como persona en ese territorio inexplorado e inexplicable que es la adolescencia, en esa peligrosa y sutil frontera entre la infancia y la edad adulta cuando te debates entre el vértigo de lo que viene y las ganas de comerte el mundo a mordiscos, cuando te bebes la vida  a tragos como si no hubiera un mañana y todo te parece posible, cuando cada amor te parece el primero y el último y empiezas a trazar con mano más o menos firme tu propio mapa del mundo. Entre la complicidad y la disciplina, entre broncas y bromas, entre la confidencia, la rebeldía y el consejo, nos dieron los mimbres para nuestros cestos de adultos. Para mí, muchos fueron faro y guía, me empujaron hacia la independencia, me desafiaron a ser mejor, me retaron a superarme, supieron entender a veces aquellas emociones que ni yo misma entendía y canalizaron mis vocaciones y mis pasiones. Rodrigo me animo a leer más y mejor, me descubrió las “Memorias de Adriano” en traducción de Cortázar y gracias a él me empapé de Marguerite Yourcenar, de Unamuno, de Baroja..; Eugene nos trató por primera vez como adultos; Enrique se convirtió en confesor y amigo y nos brindó viajes inolvidables para descubrir la Historia del Arte en primera persona, donde entre coca-colas ( y alguna cerveza), cuadros y viejas iglesias se forjaron amistades inolvidables; Salvador y Serafín me obligaron a mejorar incluso en lo que peor se me daba, sin permitirme flojear, y Miguel, mi maestro, me enseñó en sus inolvidables clases de filosofía, casi todo lo demás, a pensar, a cuestionarme el mundo, a contemplar una verdad poliédrica y cambiante, un mundo puesto en contexto, unas verdades inmutables mutadas por el prisma de la época, las creencias, los valores, a debatir ya aceptar que la verdad tiene muchas caras… En aquellas clases de filosofía, llenas de preguntas, me convertí en una gran parte de lo que soy. Nunca he vuelto a sentir que se me abrían tantas posibilidades, que había tanto por aprender, tanto por descubrir… Nunca me he vuelto a sentir tan capaz y tan inspirada.

En un colegio enorme, yo nunca me sentí un ficha ni un número, nunca me perdí, mis profesores crearon puentes y mis amigos me tendieron la mano para irlos cruzando (aunque seamos cuarentones todos ya, yo les sigo viendo corriendo por los patios en pantalón corto detrás de un balón, leyendo El señor de los anillos (si, hijos, leíamos...) jugando a la goma y al balontiro, comiendo donuts de chocolate, y remangándonos la falda en los baños antes de salir al patio…).

Algunos, pocos ya (no Alex, se que te parece increíble porque me ves muy joven, pero tu profe de ciencias que tiene 28 años aproximadamente, no me dió clase a mi…), dan clase ahora a mis hijos, y espero que dejen en ellos la misma huella o que, por lo menos, les despierten la curiosidad por aprender, que estén ahí para ellos cuando sientan que nosotros no lo estamos, que les guien, que les anclan con buenos valores y les den alas para volar.


Hoy es dia de dar gracias y además es el Dia del Maestro, asi que, gracias profes, de todo corazón. 

viernes, noviembre 21

LA DE COSAS QUE PASAN EL 20 DE NOVIEMBRE....



Hay toda una serie de eventos, más o menos señalados que suceden en 20 de noviembre... Para mí, realmente sólo cuentan dos: un 20 de noviembre nació mi padre y un 20 de noviembre entré en casa con mi hijo por primera vez.... Lo de Franco, las elecciones y la muerte de la Duquesa de Alba son apenas anécdotas ...
Nos bastó una sola mirada para saber que estábamos hechos el uno para el otro, nos bastó un solo abrazo cálido para atar el nudo de dos lazos que nos une para siempre. Lo supe con sólo mirarte, en el momento que abriste los ojos te tatuaste a fuego en mi corazón,  nada más rozar tu mano, supe que mi vida había cambiado para siempre y para mejor. 

En un día como ayer hace 11 años tocábamos tierra en el Adolfo Suarez (antes Barajas) después de un viaje accidentado en el que, por este orden, casi nos arrestan por contrabando de obras de arte, casi reducimos por la fuerza a un par de turistas confundiéndoles con terroristas islamistas, casi me estalla un tímpano por una infección de oído y casi acabas con la santa paciencia del santo de tu abuelo con tus paseos arriba y abajo por el pasillo del avión. 

Traíamos en los brazos un sueño hecho realidad, un soplo de vida, un torbellino embotellado en un cuerpo de niño, un pedazo de cielo cristalizado en tus ojo de lobo (como dice mi amiga Cristina) que lo miraban todo con curiosidad infinita. Te traiamos a ti, pequeño cosaco, amor de mi vida. 

Mucho antes de que intuyéramos que habría una princesa kazaja en la familia, y desde luego, sin la menor sospecha de que años después un pequeño milagro llegaría a nuestra vida, ahí estábamos, felices y agotados, sin manual de instrucciones, aterrados de nuestra nueva responsabilidad, pero felices, sin creernos del todo que ya habíamos dejado atrás la burocracia, los obstáculos, los miedos, la disciplina soviética, el olor a desinfectante del orfanato, los años de espera; allí estábamos agarrándote muy fuerte como un pequeño paquete de contrabando (en parte porque te escapabas a la minima oportunidad, cosaco, y nos daba pánico perderte, y, en parte, porque no queríamos separarnos de ti ni un segundo).

Alli nos esperaba tu tia Belén, un oso de peluche de enorme que presidió tu habitación durante meses, y una nueva vida llena de emociones. Un día como ayer hace 11 años marcó el inicio de la aventura más apasionante de nuestra vida, la de verte crecer, la de aprender a tu lado, la de ser tus padres. 

Mucho han cambiado las cosas en estos años, Alex, en todos los sentidos. Ya eres un casi-adolescente, un zangano en edad del pavo, que sigue sin parar quieto un minuto, un joven a veces educado y a veces insoportable, todavia inocente, que revoluciona el mundo por donde pasa.  Pero para mi, sigues siendo mi niño, el amor de mi vida, que me conquistó con una sola mirada. 

Gracias por 11 de años de amor, de locura, de risas, de gritos, de broncas, de sustos, de alegrias, de magia... gracias por 11 años de ti.