martes, junio 15

UNA DE MIEDO

Nadie me había avisado de que ser madre daba tanto miedo, que una se pasa la vida entera en un permamente estado de pánico, de "desconfor" que decía mi amiga Charo, de duda perpetua sobre tus capacidades como madre, sobre lo acertado de tus decisiones, sobre el impacto de todo lo que haces en la felicidad presente y futura de tus hijos.
Gracias a Dios, ese miedo viene mezclado con la felicidad más absoluta que existe y solo por eso  resulta tolerable.

Hay miedos más psicológicos, más de diván, que aparecen casi desde que te enteras de que estás embarazada, desde que conoces a tu hijo, y luego van a más: ¿irá todo bien¿, ¿estará sano?, ¿le estaré dando suficiente leche?, ¿debería aplicar el "duermete niño" o el "quiereme mucho", ¿le estaré traumatizando por abrazarle mucho, por no abrazarle suficiente, seré mala madre porque le he dado un grito, hará eso que su desarrollo afectivo y neurológico sea inferior al de un niño de su edad, debería ponerle un video o hacer que escuche a Mozart, me culpará por no dejar de trabajar, paso suficiente tiempo con ellos....?. A veces, el entorno y los colegios tampoco ayudan mucho. Mi hijo estuvo (12 dias) en un colegio en el que al segundo día de entrar, con dos añitos y recién llegado de Ucrania, nos dijeron que no cumplía los objetivos curriculares. Dios mío, ¿estaremos haciendo algo mal, no le estaremos ayudando a desarrollarse, será éste el colegio adecuado...? (obviamente, no).

Cada edad y cada etapa trae miedos nuevos, la elección del colegio, las reglas que pones en casa, el grado de libertad que les das, los valores que tratas de transmitirles, las amistades que fomentan, las experiencias a las que les expones.... Todas ellas implican decisiones aterradoras que, de alguna manera, van conformando las personas en las que tus hijos se van convirtiendo. Todas parecen trascendentales, críticas, definitivas y cruciales.

Otros miedos son mucho más físicos, como ese pellizco en la boca del estómago, ese sudor frío y ese vertigo inabarcable de pensar como sería vivir sin ellos, que ocurriría si les pasara algo, si desaparecieran de tu vida. Ese pánico que te hace querer atarlos a ti y no separarte nunca de ellos.

Cada vez que me subo a un avión pienso "Dios mío, hágase tu voluntad, y quien soy yo para cuestionar tus planes pero no me dejes morir en este avión porque no puede haber cielo sin mis hijos".


Ese pensamiento de imaginar una vida mia sin ellos o de ellos sin mi, un universo en el que no estuviésemos juntos me quita a veces el sueño.

Hay otros miedos más egocéntricos que me parece que van apareciendo según crecen los niños, ese miedo indefinible de pensar que los vas perdiendo un poco cada vez que crecen, que quizá cada paso que das para que aprendan a ser libres los aleja un poco más de ti, esa duda de no saber si ser madre, policia o amiga, o una combinación de las tres, el miedo de no saber si serás capaz de alimentar este amor sin ahogarles, de darles libertad sin perderles, de aconsejarles sin controlarles, de dejarles ser felices sin obligarles a ser como tú los soñaste.

Ojalá tuviese la formula mágica que ha hecho que mis padres, a mis casi-40, sigan siendo apoyo, ejemplo, consejeros, amigos... No se como supieron dominar estos miedos, pero con hacerlo la mitad de bien que ellos, me daría por satisfecha.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por enviarme tus comentarios y perdoname si tardo en subirlos. Lo haré lo antes que pueda. Espero que estés disfrutando el blog.