miércoles, marzo 3

MI COLEGIO

A partir de septiembre, mis hijos irán a “mi” colegio. Me hace mucha ilusión pensar que sus primeros amores tendrán los mismos escenarios, que su infancia jugará a los mismos juegos y en los mismos patios, que verán el mundo con similares colores y que guardarán sus sueños en las mismas taquillas donde escondía mis cartas de amor, mis cuentos, mis libros y mis recuerdos. Y a la vez es como si me robarán un trocito de mi infancia, como si les traspasara la propiedad de aquel territorio de mis primeros sueños. Ahora mis recuerdos se mezclarán con los de sus dias abiertos, sus disgustos, sus aprendizajes, sus funciones de teatro, sus triunfos, pondrán su huella en mis patios, mis clases, mis escaleras, mi gimnasio. Compartiremos referencias, pasillos, escondites, decorados de nuestros recuerdos. Tantos recuerdos. Ya no hacen los años como antes, los dias se estiraban hasta el infinito cuando teníamos seis, siete, ocho años, había tiempo de todo, de estudiar, de jugar a la botella, beso, atrevimiento o verdad, de merendar, de jugar al balón tiro en el recreo, de convertir el patio de la encina en un barco pirata, en el Halcón Milenario o en un circo donde las trapecistas hacíamos ejercicios imposibles sobre las barras de los bancos que apenas levantaban medio metro del suelo. Cada rincón del colegio debía ser explorado, conquistado, marcábamos nuestro territorio con papeles de sugus, con notas secretas, con la sangre de los rasponazos en las rodillas de trepar los muros, de colarnos por agujeros en las vallas y deslizarnos por debajo de las puertas pintadas siempre de amarillo o de verde para encontrar el escondite perfecto para nuestras fiestas de cumpleaños, para nuestros amigos imaginarios, para nuestros juegos inventados. Nos valían los huecos de las escaleras, los rellanos de los baños, el cuarto de las basuras, los alfeizares de las ventanas que daban a jardines de difícil acceso, cualquier rincón apartado era bueno para preservar la intimidad de nuestros juegos de infancia. Nuestros escondites de infancia servían también llegado sexto o séptimo de EGB (¿Cómo se llama ahora 6º de EGB, ¿la ESO?) para arriesgar los primeros besos, el primer cigarrillo, las primeras lágrimas por un amor no correspondido sobre el hombro de una amiga, los planes de acción para conquistar al chico inconquistable, siempre más mayor, que nunca nos hacía caso pero que alimentaba nuestras fantasías más secretas. Aún no habia móvil ni chats, ni SMS, ni internet, cosa que a mi hijo le parece inconcebible. Lo cuenta con el mismo tono de asombro y admiración con el que habla de cómo los egipcios construyeron las pirámides u otras cosas que hacían “los antepasados”. Nosotros nos mandábamos postales en verano y tarjetas en Navidad, alucinábamos con las cosas que algunos traían de Inglaterra o de Estados Unidos, (Ostras, ¿chicles de sandía?, ¿dónde los has conseguido?, ¿walkman, que es eso?...) y pasábamos horas hablando por teléfono, claro, en el salón de casa porque no había inalámbricos, contándonos cotilleos ante la desesperación de nuestro padre. Los veranos eran eternos y casi echabas de menos a tus amigos del colegio, tus escondites, tus rutinas, y deseabas que tanto baño en la Playa de Gandía y tantos cuadernos de Caligrafía Rubio pasaran pronto para volver a clase (bueno, igual esto solo me pasaba a mi…). Cada año valía por dos, porque a la vuelta del verano ya era para nosotros un nuevo año, otra aventura, otros amigos, otros profesores, otra etapa que explorar. Nuestros cumpleaños empezaban siempre después de Orzowei, y estaban llenos de bocadillos de nocilla, de Nancys y Barriguitas, de libros preciosos y juegos reunidos Geyper, aún no habíamos descubierto la Game Boy, el MP3, ni los DVD. Ya le he explicado a Alex que de muy pequeños casi no existía ni el video, pero que teníamos el cine Exin, bajábamos todas las persianas y poníamos películas de dibujos llenas de chisporroteos que siempre se enganchaban, jugábamos a acomodadores y a estrellas de cine. Se lo he intentado conseguir ¡pero ya no lo fabrican!. Puedo contar los años en función de los amigos, los que siempre estuvieron ahí, y los que se fueron marchando. Algunos forman parte del paisaje de mi infancia, como el color del colegio, la encina del patio, o la playa de Gandía, los recuerdo siempre ahí, en mis fotos de grupo, en la mesa de al lado, en las guerras de comida en el comedor, en la ruta, aunque no tuviéramos relación, sin casi haber cruzado una palabra, los recuerdo por el nombre y dos apellidos, como cuando pasaban lista, recuerdo sus caras, sus risas, estábamos juntos que no cerca y nuestras experiencias son las mismas pero distintas, cambian los nombres, quizá las fechas, pero la aventura es igual, nos une un lazo de recuerdos comunes, y no entendería mi infancia sin ellos. Otros me han hecho lo que soy, con ellos compartí sueños, risas, juegos, bromas, lágrimas. inventé novelas, películas, juegos, fiestas, pasé noches en vela, arriesgué escapadas a discotecas prohibidas, discutí hasta perder la voz, a ellos les confíe mi vida, mis sueños, mis amores y desamores, en los años de la infinita capacidad de sorpresa, donde cada amor parece el primero y el último, cada contratiempo el final de todo, y tu amiga la única persona en el mundo que puede entenderte. Tuvimos el privilegio de descubrir la vida como es, positivo y negativo, blanco y negro, hombre y mujer, amor y desamor, una lucha de fuerzas, un juego de poderes, un equilibrio de confianzas, una unión de voluntades, un continuo descubrimiento. Ellos fueron novios, hermanos, amigos, confidentes, unos nos rompieron el corazón por primera vez y otros estuvieron cerca para recoger los pedazos, juntos hicimos un ensayo general de la vida entre aquellas paredes verdes, en aquellos patios de arena, en nuestro pequeño mundo. Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida, canta Chavela. Cuando la cabeza de mi abuela empezó a fallar, su mente se refugió en su infancia, como un ancla inamovible a lo que fue. Si alguna vez me falla la cabeza, se que mi mente correrá a aquellos lugares donde aprendí de la vida y de la muerte, donde fui feliz, se que jugaré en el patio de la encina con los fantasmas de los niños que fuimos cuando sólo existía el ahora y no había después. Ahora que hemos perdido la infinita capacidad de sorpresa de nuestra infancia, que estamos un poco de vuelta de todo y el luego le come terreno al ahora, sólo puedo estar agradecida de haber vuelto a encontrar a muchos de esos amigos y de haber recuperado por ellos el amado paisaje de mi infancia. El mismo en el que mis hijos jugarán a partir de septiembre. Ojalá su infancia esté tan llena de buenos recuerdos como la mía.
From September, my children will go to "my" school. I am absolutely thrilled to think that their first love will have the same scenarios that inhabited my childhood, that they will play the same games and on the same courts, will see the world with similar colours and keep their dreams in the same locker where I hid my love letters , my stories, my books and my memories.
But somehow, it feels like they are stealing a little piece of my childhood, as if I was transfering the propoerty of that land of my earliest dreams. Now my memories will mix with those of their open days, their problems, their learning, their school plays, their triumphs, they will put their mark on my playground, my classes, my stairs, my gym. We will share the same references, passageways, hiding places that decorate my memories.
So many memories. They just don´t make years like they used to, the days stretched to infinity when we were six, seven, eight, we had time for everything, to explore, to play truth or dare, play ball at recess, to transform the playground into a pirate ship, the Millennium Falcon or a circus where trapeze artists performed impossible tricks on bars that rose just two feet from the ground. Each corner of the school had to be explored, conquered, we were marking our territory with sugus wraps, with secret notes, with the blood from our scratched knees from climbing the walls, sneak through holes in fences and slip under the doors always painted yellow or green to find the perfect hideaway for our birthday parties, for our imaginary friends, for our invented games.
Any hidden corner was good for preserving the privacy of our childhood games. His hideouts were great come 9th or 10th grade to risk the first kisses, the first cigarette, the first tears of unrequited love on a friend´s shoulder, to conjure the action plans to conquer the unconquerable boy, always older, who never even gave us the time of day.
We had not yet mobile phones, or chats, or internet, which for my son seems inconceivable. He says in the same tone of awe and disbelief in which he talks about how the Egyptians built the pyramids or other things that were made by "the ancestors".
We used to send postcards to our friends in the summer, were amazed with misterious things that some brought from England or the United States, ( watermelon gum "?, Where would you get it?," Walkman, what´s that ?...) and spent hours on the phone, of course, in the living room because it wasn´t wireless, gossiping to the despair of our father. Summers were eternal and you almost missed your school friends, your hideouts, your routines, and hoped that you could ssoon return to class (well, maybe that was just me...). Each year was almost worth two, because after summer and it was already a new year, another adventure, other friends, other teachers, another stage to explore.
Our birthday parties always began after Orzowei , and were filled with Nutella sandwiches, Nancys dolls and Barriguitas, of beautiful books and Juegos Reuidos Geyper, we had not yet discovered the Game Boy, MP3, or DVD. I have explained to Alex that when we were quite young we didn´t even had a video player, but we Cine Exin film, down went the blinds and we played cartoon films always full of crackling sounds. I've tried to get one for him but they don´t make it anymore!!!!.
I can recall the years in terms of the friends who were always there, and those who were leaving. Some are part of the landscape of my childhood, as the color of the school, the oak of the palyground, or the beach of Gandia, I remember them always there in my group photos, in the next table in the cafeteria, I remember them by name and two surnames, as they call the roster, I remember their faces, their laughter, our experiences are the same with different names, maybe the dates, but the adventure is the same, we are united by a bond of common memories, and I could not understand my childhood without them. Others have made me who I am, I shared with them dreams, laughter, games, jokes, tears, I invented novels, movies, games, parties, spent sleepless nights, trips to forbidden discos, fought until I lost my voice, I trusted them with my life, my dreams, my loves and hates, in the years of the infinite capacity to surprise , where each love seemed the first and last, each setback the end of everything, and your friend the only person in the world who could understand you.
I had the privilege of discovering life as it is with them, positive and negative, black and white, man and woman, love and hate, a struggle of power, a power game, a balance of trust, a union of wills, a continuous discovery. They were boyfriends, brothers, sisters, friends, confidants, some of the boys broke our hearts for the first time and others were always around to pick up the pieces, together we did a dress rehearsal of life between those green walls in those yards of sand, in our little world .
One always comes back to the old places where he loved life, sings Chavela. When my grandmom´s mind began to fail, she took refuge in her childhood as an anchor to what was unmovable. If my mind ever fails me, I know it will run to those places where I learned of life and death, where I was happy. I'll be playing in the playground of the oak with the ghosts of children who once where when there was only now and tomorrow was too far away.
Now that we have lost the infinite capacity to be surprised we had in our childhood, when we have already been around life, I can only be grateful to have contacted many of these friends again and recovered the beloved landscape of my childhood. The same one in which my children will play from September. May they lives be equally full of good memories.

1 comentario:

  1. snif.. qué bonito... qué morriña de la infancia... me ha encantado.
    Un besazo

    Sol

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