Te has empeñado en dormir conmigo porque tu padre está de viaje y, como hoy es tu cumpleaños, te he dejado. Se que no voy a pegar ojo porque hay que ver lo que te mueves, cosaco, hasta durmiendo, pero me da ternura verte dormido a mi lado como cuando eras pequeño.
Madre mia, mi amor, ¡once años ya! y parece que fue ayer cuando vimos por primera vez aquella única foto tuya de bebé en aquella lúgubre oficina ucraniana, me arrepentiré todo la vida de no haberla pedido aunque la llevo grabada en mi memoria de por vida, debías tener unos nueves meses, estabas de perfil, con ese morrito divino, en blanco y negro, y me pareciste el bebé más precioso que había visto nunca... Ni tu nombre nos dijeron, solo que había un niño en Odessa esperando una familia y nos enseñaron esa foto, y allí mismo lo supe, nada más ver tu foto, que tú eras mi hijo del alma, que por fin te habíamos encontrado. Cuantas veces he imaginado como serías de bebé, como serías antes de andar, antes de ser esa pequeña personita que conocimos con año y medio. A esa edad ya eras todo personalidad, cosaquito, no hablabas nada y tenías la mirada triste y el pelo sin brillo, pero se te veía aventurero, divertido, atrevido, cariñoso y pícaro... ¡Y hay gente que no cree en el amor a primera vista!, yo lo supe con tu padre nada más verlo, y lo supe, total, absoluta y definitivamente contigo, en el instante en que me miraste desde los brazos de aquella psicologa rubia y amable que te trajo al despacho de la directora del orfanato, antes incluso de que me echaras los brazos ya me habías adoptado, ya me había enamorado locamente de ti, mi niño, de tus ojos tristes, de la mancha verde de tu frente (que creemos es como mercromina a la ucraniana), de tu carita de sueño, de tu flequillo rebelde, de tus dientones..... Nunca podré olvidar aquel momento fuera del tiempo, aquel despacho, tu abrazo en aquel sofá incómodo, el calor suave de tu cuerpo pequeño en aquel primer, inolvidable abrazo.
Viéndote dormir ahora, tan zángano, tan grande, recuerdo aquellas noches interminables cuando eras pequeño. Casi dos horas nos costaba acostarte, te cantábamos, te mecíamos, te contábamos cuentos, tu padre tocaba la guitarra, hacíamos turnos para mecerte pero no había forma, tu querías jugar, querías mimos, cosquillas, abrazos... Ni descanso, ni cena, ni sentarnos, ni tregua. Déjale llorar, no le cojais que se acostumbra, leete el "Duermete, niño"nos decían, y yo pensaba en los cientos de noches en los que nadie te había mecido, en tu déficit de abrazos, en tu carencia de besos, en todas las veces que habrías llorado y nadie habría ido a achucharte, en lo que habrías hecho en aquel cuarto lleno de niños cuando no podías dormir, en los meses que habíamos tardado en encontrarnos, y te mecía más fuerte, te abrazábamos más rato, te cantábamos a dúo, te dábamos más besos. Ni una lágrima más a la hora de irse a la cama, se acabó llorar por falta de abrazos, no habíamos recorrido el mundo para dejarte llorar solo en una cuna, teníamos que demostrarte que éramos tus "forever parents", como dicen los americanos, tuyos para siempre. Y te mecía en mis brazos, y te cantábamos nanas inventadas con la música de aquel patito que fue tu primer juguete, y te repetía bajito "Mamá te quiere, y Daddy te quiere, y Abu te quiere, y Yayo te quiere, Granpa y Granma te quieren, Ia te quiere, todos te queremos...". Y asi nos agotabas a nosotros antes de estar cansado, se nos caían los brazos, hasta que por fin caías tú. Sólo unas horitas, porque a eso de las seis o las siete ya pedías guerra de nuevo (y lo sigues haciendo... que poco de dormir me habéis salido..). Y la siesta era peor aún, media hora larga para dormirte para 20 minutos de sueño. Venías con las pilas alcalinas de serie y no había forma de cansarte.
Ahora me alegro de tantas noches de abrazos, canciones y besos, porque ¿cuanto tiempo más me vas a dejar abrazarte, pequeño?
Cómo pasa el tiempo, mi pequeño cosaco, ahora por las noches vemos El hormiguero, Modern Family o peliculas de ciencia ficción y nos contamos secretos, todavía me coges la mano y me dejas que te de besos, aunque como sigas creciendo pronto me tendrás que llevar tú a mi a la cama en brazos. Once años, Alex, cómo pasa el tiempo.....
Duerme, hijo, que cuando duermes todavía eres mi niño pequeño.